domingo, 22 de abril de 2012

Reflexiones Tenebrosas y Flotantes (13) Envidias terminales

Bienvenidos una vez más a esta sección del blog que obliga a una servidora a sentirse fervientemente bipolar... Pero bueno, no he venido aquí a hablar de mis problemas mentales (que no son pocos). He venido a compartir con ustedes un bello texto, no, un poema de un gran autor, Edgar Allan Poe. Tengan en cuenta que es la segunda vez que aparece en esta sección (la primera, aquí). Pero en este caso sólo lo voy a poner en castellano (dulces exámenes robatiempo). Este poema... Recuerdo que lo aprendí y lo recité en clase, me encanta, me parece precioso... O quizá es que simplemente adoro a Poe... ¿Quién sabe?
Esta bella mas triste historia fue, años mas tarde, hecha canción a manos del grupo Radio Futura, así que debajo de todo añado el vídeo.
Disfruten, pues de "Annabel Lee", por Edgar Allan Poe:

Fue hace ya muchos, muchos años,

en un reino junto al mar,
habitaba una doncella a quien tal vez conozcan
por el nombre de Annabel Lee;
y esta dama vivía sin otro deseo
que el de amarme, y de ser amada por mí.


Yo era un niño, y ella una niña
en aquel reino junto al mar;
Nos amamos con una pasión más grande que el amor,
Yo y mi Annabel Lee;
con tal ternura, que los alados serafines
lloraban rencor desde las alturas.


Y por esta razón, hace mucho, mucho tiempo,
en aquel reino junto al mar,
un viento sopló de una nube,
helando a mi hermosa Annabel Lee;
sombríos ancestros llegaron de pronto,
y la arrastraron muy lejos de mi,
hasta encerrarla en un oscuro sepulcro,
en aquel reino junto al mar.


Los ángeles, a medias felices en el Cielo,
nos envidiaron, a Ella a mí.
Sí, esa fue la razón (como los hombres saben,
en aquel reino junto al mar),
de que el viento soplase desde las nocturnas nubes,
helando y matando a mi Annabel Lee.


Pero nuestro amor era más fuerte, más intenso
que el de todos nuestros ancestros,
más grande que el de todos los sabios.
Y ningún ángel en su bóveda celeste,
ningún demonio debajo del océano,
podrá jamás separar mi alma
de mi hermosa Annabel Lee.


Pues la luna nunca brilla sin traerme el sueño
de mi bella compañera.
Y las estrellas nunca se elevan sin evocar
sus radiantes ojos.
Aún hoy, cuando en la noche danza la marea,
me acuesto junto a mi querida, a mi amada;
a mi vida y mi adorada,
en su sepulcro junto a las olas,
en su tumba junto al rugiente mar.



Pobre muchacha... Pobre joven... Pobre pareja en sí.


Y aquí está la canción:




Y con esto les dejo, descansen, tengan buena noche y buena semana. Aprovechen su tiempo y cuídense de los envidiosos...

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