La oscuridad florece. Su simiente se esparce como si ya no quedase más tiempo en su camino.
Luminosas azaleas cantan a la luna, susurrando por unas horas más de luz, unas horas más de calma y plenitud.
Pero nada llega. La paz se alza en su tono más lúgubre, removiendo
corazones, quemando gargantas, abriendo vacíos en estómagos que no
recordaban que la vida así existía.
Putrefacción es lo único que llega a la pituitaria de los caminantes.
Putrefacción interior, desolación, asco pleno por la nada más irritante
que se pudieron cruzar.
Ellos mismos.